Alberto Durero

Autorretrato_de_Durero

Durero nació en 1471 y es el máximo exponente del Renacimiento en Alemania. Fue el tercero de dieciocho hermanos de los que sólo sobrevivieron tres. Su padre fue un orfebre del que aprendió la minuciosidad y el detalle.

Siendo joven despuntó rápidamente por sus dotes de observación y el detalle con que terminaba sus trabajos. Su padre quería que Durero siguiera con el negocio familiar, pero su maestría era innegable y lo apuntó a un estudio de pintura: dicen que su examen de ingreso fue lo mejor que se había pintado en Nüremberg hasta la fecha.

Experimentó pintura, dibujo, ilustración, grabado, xilografía, tablas, retablos… Uno de sus primeros trabajos fue ilustrar varias publicaciones, lo que hizo con minuciosidad aplicando nuevas técnicas.

Sus temas fueron variados: además de todo lo que observaba en la naturaleza también pintó motivos religiosos, estudió perspectiva y matemáticas y también las proporciones de Vitrubio, sobre las que escribió varios tratados.

Decían de él: “En verdad consigue representar lo que no puede representarse: rayos de luz, truenos, relámpagos… todas las sensaciones y emociones: en resumen, el espíritu humano completo, tal como se refleja en los movimientos del cuerpo, y casi hasta la voz

Viajó por Europa y, en Italia, hizo muchas acuarelas de paisajes y castillos que usaba como referencia para sus pinturas, como en el caso del paisaje en la ventana de este autorretrato que pintó cuando tenía 27 años, en actitud noble, con porte lleno de dignidad y sus mejores ropajes. Nunca un artista se había representado a si mismo con tanta elegancia.

Dos años después pintó otro autorretrato con las características que se reservaban sólo a la representación de Cristo. Con estos planteamientos tan atrevidos para su época quería reivindicar su condición de artista por encima de la de artesano. En Italia obtuvo ese prestigio, como dice en una de sus cartas:

“Ay, cuánto echaré de menos el sol! Aquí soy un caballero, en casa un parásito”

Erasmo de Rótterdam dijo de Durero: «En verdad, consigue representar lo que no puede representarse: rayos de luz, truenos, relámpagos… todas las sensaciones y emociones: en resumen, el espíritu humano completo, tal como se refleja en los movimientos del cuerpo, y casi hasta la voz»

A la muerte de Durero, su mejor amigo, que también fue su mecenas, escribió en su epitafio: «En memoria de Alberto Durero. Todo lo que en él había de mortal enterrado bajo este túmulo»

El autorretrato

Nadie había pintado tantos autorretratos como Durero… ¡Qué presumido!

Para este autorretrato Durero elige las mejores ropas para posar en esta pintura: jubón blanco con rayas negras (o sea, la chaqueta), camisa con puntillas doradas, capa y guantes de cabritilla, rematando todo ello con un gorro a juego. Quiere mostrar su situación social, que era buena, porque Durero fue un pintor reconocido en su tiempo, y su condición de “intelectual”, porque los pintores en Alemania eran considerados “artesanos”, y no “artistas”. Ser artista suponía una serie de ventajas. En Italia, por ejemplo, en esa época se consideraba artistas a Miguel Ángel o a Leonardo. Durero, al hacerse famoso, consiguió que el emperador Maximiliano le pagara un sueldo para siempre.

¿Y qué me decís de su peinado? Ese increíble pelo largo lleno de tirabuzones.

La mirada es severa, altiva. Las manos están enguantadas y sin instrumentos de dibujo o pintura, dando a entender que su oficio es artístico, no artesano, como en Italia.

Durero era un estupendo dibujante. Eligió para este cuadro una composición con dos centros de atención, el rostro y las manos. Fijaros que hay dos “L”, una la forma la ventana, y se repite en el brazo.

El paisaje del fondo recuerda los paisajes alpinos de regreso de su viaje a Italia, porque el viajar para aprender y ver cosas se entendía como un elemento fundamental para la formación de un artista. A estos viajes los llamaba “años itinerantes”: como los viajes de estudios, o un Erasmus, pero más y más difícil que ahora.

La importancia del espejo: este retrato se pintó con un espejo plano, que entonces no eran frecuentes. Lo compró en su primer viaje a Venecia. Lo normal era que los retratos se hicieran con espejos curvos y, claro, las diferencias eran evidentes.

Fijaros cómo firmaba: una A con un D dentro. Pero no firmaba todo lo que pintaba o dibujaba: sólo lo que él pensaba que estaba a la altura de consideraba ARTE.

Hizo experimentos de perspectiva y proporción, llegando a publicar dos libros.

Cosas curiosas…

El época de Durero se creía que el fin del mundo llegaría en 1500. De hecho, en 1492 (año del descubrimiento de América) cayó un meteorito en Alemania. Colón dijo haber visto luces maravillosas cayendo sobre el mar. Y en 1495 se desbordó el Tiber y hubo grandes inundaciones.